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¡Viva la diferencia!

Miércoles, 15 de marzo de 2017

Estamos en plena campaña de Primeras Comuniones. La crisis ha influido en que este evento ya no tenga la relevancia, tanto social como económica, que hace unos años pero hemos de recordar que, para los que saben aprovecharlas, las crisis son tiempo de oportunidades.

Seguir haciendo lo mismo de siempre, ofrecer álbumes de fotos obsoletos o anticuados o tratar de abaratar el producto desmereciendo su calidad y eliminando el soporte físico, es pan para hoy y hambre para mañana. Esto se aplica perfectamente a un sector con tanta competencia como el de la fotografía profesional.

Muchos son los llamados a los cantos de sirena del emprendedor cámara en cuello pero, no nos engañemos, si no eres profesional, tu trabajo y tus resultados tampoco lo serán. Así que, en lugar de rasgarnos las vestiduras porque los demás tiran los precios y son muchos, es el momento de empoderarte.

¿Qué significa esto? Que se pueden reducir costes, no imprimir, no editar con calidad, acabar pronto para hacer más trabajos a precio de saldo y malvivir… o ser el dueño de tu tiempo, de tu obra y tomar conciencia de qué tipo de fotógrafo eres, qué quieres y cómo ir a por ello. Ofrece valor añadido a tus fotografías con una buena presentación y dáselo hecho a tu cliente. Deja de pensar en lo que hacen los demás y crece por tu cuenta. DIFERÉNCIATE.

¿Cómo diferenciarse? Para ello, el primero que ha de que valorar su trabajo eres tú mismo. El cliente desconoce tu sector, tú eres el fotógrafo profesional y debes hacérselo ver. Guíale y, recuerda, tienes que aprender a ser tu mejor comercial. Pensar que si no haces cualquier cosa a cualquier precio, no trabajarás, es un grave error. Si ninguneas tu labor, todo el mundo lo hará.

La fotografía profesional no es una necesidad básica, lo que automáticamente la convierte en un lujo. Por lo tanto, si trabajas a precio de aficionado, tus clientes te verán como tal. De ti depende que consideren un privilegio que trabajes para ellos. Piensa en grande.

No entregar tus trabajos con un acabado atractivo, en papel fotográfico, con impresión digital de calidad y una encuadernación cuidada, provocará que tu reportaje tenga poco más atractivo que las fotos compartidas por los amigos a través del móvil. Una pantalla no refleja la postproducción, el mimo en los colores. El trabajo de edición se pierde en cada pantalla, donde el color y luz son diferentes en cada dispositivo. Serás uno más. Y lo que es peor, perderás una oportunidad de oro: la fidelización. Los recién nacidos, los niños que hacen la Primera Comunión van a seguir creciendo y es un nicho de mercado muy desaprovechado.

¿Por qué no se vuelven a hacer fotobooks hasta el día de la boda? Simple, porque si no se ofrece una experiencia en lugar de un montón de archivos sin alma, no recrearán esa sensación de revivir aquellos instantes. Una sensación que sólo genera el tacto, el olor, la calidad de imagen de un álbum personalizado. Los padres se olvidan de que su hijo sigue cambiando... Sin embargo, un cliente satisfecho estará muy predispuesto cuando, un par de años después, contactes con él y le propongas una sesión para el peque o adolescente… Lograr eso depende de que sepas ofrecerles algo que no puede introducirse en un pendrive: emoción.

No olvides que la fotografía de niños es un producto cien por cien emocional. Las mamás estarán encantadas de repetir si conviertes tus fotografías en un regalo. Y los regalos no son virtuales. Los regalos se conservan y se guardan para, cada vez que te acercas al cajón, tomar el fotolibro, recrear recuerdos irrepetibles con sólo mirar unas páginas y acariciar, literalmente, el nombre su peque sobre una cubierta entelada.

No dejes que tus fotografías se queden sólo en capturas. Valóralas. Valórate.